
En dos horas finalizo la jornada laboral y lo más importante, en tres, juega España su partido inaugural en el Mundial de baloncesto. Aprovecho para comer un bocadillo y con el papel de plata que lo envuelve, confecciono una bola lo más esférica que puedo. Una papelera cercana servirá de improvisada canasta. Caliento la muñeca dando unos giros a izquierda y a derecha, doy varios botes ficticios, cierro los ojos, suspiro y lanzo conteniendo la respiración... ¡Olé! Encesto aliviado y mis compañeros de oficina que se habían percatado rompen en aplausos.
Repito mis lanzamientos, cada vez más alejado pero manteniendo el 100 % de efectividad.
Sin darnos cuenta, el bullicio crece, hasta que un improvisado invitado aparece en escena. Nuestro jefe, malhumorado, pita el final del partido y se vuelve hacia su despacho gritando algo de abrirnos un expediente.
No importa, ¡la vida puede ser maravillosa!