Mientras en el pueblo trataban de explicar las desapariciones de sus vecinos, en Casa Pérez la estufa no paró de funcionar este invierno.
Microrrelatos inolvidables
Príncipes y sapos
Al príncipe azul que viste un jubón tejido de oro, un coleto bien ceñido a la cintura, un calzón verde oscuro y adornado con oro, valona de encaje, botas de ante, una capa morada y un sombrero negro con una pluma verde, le ha llegado la hora de elegir princesa.
Conocedor de la leyenda, sabe que no la encontrara tan fácilmente en castillos ni palacios, ni siquiera entre plebeyas. Sí, en forma de sapo a quien deberá dar un beso para que se produzca la ansiada transformación.
Y justamente hoy, cuando el cielo se ha coloreado de un naranja especial al amanecer, siente que será el día y, sin dudarlo, sale a pasear con su caballo siguiendo el curso del río.
En medio de la frondosidad del bosque, se para a descansar sentándose en una roca próxima a la orilla. El silencio sólo se rompe fugazmente al pasar alguna bandada de pájaros. Después, de nuevo silencio y tranquilidad. Hasta que de repente, atraído por un sapo que croa y le mira como nunca antes lo había hecho ningún sapo, le da un vuelco el corazón.
Excitado, el príncipe se aproxima hasta él, se coloca de rodillas, contiene por amor unas arcadas provocadas por semejante bicho baboso y se dispone con los ojos cerrados, a darle un beso con la esperanza de que al abrirlos, éste se convierta en la bella dama de cabellos de oro. Pero cuando está a punto de rozar sus labios, oye croar desde la otra orilla a otro mágico sapo que también le mira. Y a unos metros, otro más, y otro a la derecha… Son decenas de ellos, croando y reclamando su atención.
Desconcertado, el príncipe no sabe qué hacer, no sabe por cuál decidirse. Ignora cuál es el verdadero y teme, ahora, equivocarse.
Conocedor de la leyenda, sabe que no la encontrara tan fácilmente en castillos ni palacios, ni siquiera entre plebeyas. Sí, en forma de sapo a quien deberá dar un beso para que se produzca la ansiada transformación.
Y justamente hoy, cuando el cielo se ha coloreado de un naranja especial al amanecer, siente que será el día y, sin dudarlo, sale a pasear con su caballo siguiendo el curso del río.
En medio de la frondosidad del bosque, se para a descansar sentándose en una roca próxima a la orilla. El silencio sólo se rompe fugazmente al pasar alguna bandada de pájaros. Después, de nuevo silencio y tranquilidad. Hasta que de repente, atraído por un sapo que croa y le mira como nunca antes lo había hecho ningún sapo, le da un vuelco el corazón.
Excitado, el príncipe se aproxima hasta él, se coloca de rodillas, contiene por amor unas arcadas provocadas por semejante bicho baboso y se dispone con los ojos cerrados, a darle un beso con la esperanza de que al abrirlos, éste se convierta en la bella dama de cabellos de oro. Pero cuando está a punto de rozar sus labios, oye croar desde la otra orilla a otro mágico sapo que también le mira. Y a unos metros, otro más, y otro a la derecha… Son decenas de ellos, croando y reclamando su atención.
Desconcertado, el príncipe no sabe qué hacer, no sabe por cuál decidirse. Ignora cuál es el verdadero y teme, ahora, equivocarse.
Bipolaridad
Sam es ordenado y trabajador. Jim, al contrario, es todo desorden y vagancia. Lo que Sam hace, Jim lo estropea. Si uno pretende llevar una vida equilibrada, el otro se descontrola y lo acaba sufriendo el primero. A Sam no le gusta el alcohol, como mucho bebe un vaso de vino con gaseosa en las comidas; a Jim el ron le pierde.
Ambos viven atrapados en un mismo cuerpo y un día decidieron hacer un pacto: Sam predominaría los días pares, Jim, los impares.
Parecían haber solucionado sus problemas de convivencia. Hasta que este último verano, Jim se gastó el dinero que tenían reservado para abonar el recibo del hotel en drogas y a Sam le tocó sentarse en el banquillo de los acusados por ocasionar una serie de daños en el mobiliario urbano. Los testigos vieron el sábado 15 de agosto a un hombre clavado a él.
Ambos viven atrapados en un mismo cuerpo y un día decidieron hacer un pacto: Sam predominaría los días pares, Jim, los impares.
Parecían haber solucionado sus problemas de convivencia. Hasta que este último verano, Jim se gastó el dinero que tenían reservado para abonar el recibo del hotel en drogas y a Sam le tocó sentarse en el banquillo de los acusados por ocasionar una serie de daños en el mobiliario urbano. Los testigos vieron el sábado 15 de agosto a un hombre clavado a él.
Finalista en Cuenta 140- El Humo
Las volutas de humo que salían de tu boca, me enredaron sutilmente a las patas de la banqueta y terminaron por colocarme una soga al cuello.
Vox populi
Todo el mundo sabía que era una mujer bala.
Todo el mundo sabía también que los moratones que asomaban por su cuello y los que ocultaba tras unas gafas de sol, no se debían a restos de maquillaje.
Pero todo el mundo callaba ante lo que sabía.
Todo el mundo sabía también que los moratones que asomaban por su cuello y los que ocultaba tras unas gafas de sol, no se debían a restos de maquillaje.
Pero todo el mundo callaba ante lo que sabía.
K.O.
Desde hace años, ganaba los combates utilizando la misma táctica. Mareaba un poco a sus oponentes, dejaba correr los primeros asaltos para que se cansaran, incluso, si hacía falta encajaba golpes con absoluta tranquilidad.
Cuando consideraba que había llegado el momento propicio, pasaba a la acción. Amagaba gancho izquierdo, movía velozmente los pies para girar la cintura a un lado y lanzar un fulminante y certero gancho derecho a la mandíbula de su oponente.
Se convirtió en el boxeador más laureado y al que todos querían batir.
Siguió sumando por victorias los combates hasta que un avispado rival encontró su punto débil. Conoció a su mujer, la enamoró y se la llevó. No aguantó ni un asalto.
Cuando consideraba que había llegado el momento propicio, pasaba a la acción. Amagaba gancho izquierdo, movía velozmente los pies para girar la cintura a un lado y lanzar un fulminante y certero gancho derecho a la mandíbula de su oponente.
Se convirtió en el boxeador más laureado y al que todos querían batir.
Siguió sumando por victorias los combates hasta que un avispado rival encontró su punto débil. Conoció a su mujer, la enamoró y se la llevó. No aguantó ni un asalto.
Instrucciones para descorchar una botella de champán
De entrada, se necesitarán una botella de champán bien fría (si es un Möet & Chandon o un Dom Pérignon, mejor que mejor, aunque se aceptará cualquier otra marca), un acontecimiento que celebrar (una boda, un cumpleaños o simplemente el agradecimiento a Manitou por un nuevo día) y personas con las que acompañar la velada (habrá alguien que prefiera hacerlo en compañía de su perro o incluso en soledad, pero estos casos los dejamos para otra ocasión).
En el apogeo de la celebración, botella en mano, nos pondremos de pie (si estábamos sentados en una silla), pediremos silencio un minuto para hacer más solemne el momento y con nuestra mano derecha (los diestros) o izquierda (los zurdos), aplicaremos una fuerza sostenida y prolongada agarrando el corcho en sentido opuesto a la base de la botella, es decir, hacia fuera y giraremos en el sentido contrario a las agujas del reloj. Con la mano libre sujetaremos el cuerpo de la misma, sintiendo su textura y temperatura.
Simultáneamente, alzaremos la vista hacia el techo de la habitación (por razones que se entenderán a continuación, pongamos que estamos en una casa que no es la nuestra), realizaremos un complejo cálculo mental encaminado a averiguar la inclinación necesaria para que o bien el corcho salga disparado y colisione con el centro del susodicho techo o bien impacte de lleno con la lámpara que había sido instalada recientemente.
Seguido, soltaremos enérgicamente la mano del corcho para que éste, empujado por todo el gas excitado del interior de la botella, salga disparado hacia el punto deseado.
Un fuerte ruido (cuanto mayor sea mejor, pues en desacuerdo con teorías de los expertos, un descorche sin ruido es como un día sin pan) retumbará en los oídos de los asistentes hasta producirse otro, en este caso de impacto con el destino, que bien podrá ser de cristales haciéndose añicos (si era una lámpara) o compacto (si era contra el techo). En ambos casos, se recomienda comprobar posteriormente la huella dejada y la cara del dueño de la casa.
Finalmente, mientras los asistentes aplauden y emiten vítores, silbidos y gritos varios, llenaremos las copas derramando un poco de espuma por la mesa si fuera menester.
¡Salût!
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Finalista en Cuenta 140

Cuenta 140 es un desafío semanal conducido por el escritor Montero Glez. donde se celebra la maña para contar una historia en 140 caracteres.
Esta semana el tema es: Las rebajas.
Vendió su alma al diablo en rebajas y salió chamuscado.
Otras participaciones:
Ofertón 2x1: mate a su jefe y a su sombra por el mismo precio.
Harto de tanta negativa decidí ponerme un cartel con el siguiente mensaje: vendo mi cuerpo en rebajas.
Fuimos de rebajas y de regreso a casa comprobé que de la mano me agarraba un maniquí. Mi mujer había desaparecido.
Enredado
Solicité al camarero que me sirviera mi segundo cubata de whisky con coca-cola, cuando empezó a sonar Sultan of Swing de los Dire Straits. Los tipos del fondo del pub, parecían entusiasmados con la canción y se pusieron a bailar como poseídos.
De repente, se sentó a mi izquierda una mujer de larga melena negra, que la ondeaba cual sirena en el mar. Abrió su bolso, sacó un paquete de marlboro y se encendió un cigarrillo.
Consciente de estar siendo observada, formó caracoles de humo blanco que bajaban y subían, giraban a izquierda y derecha y finalmente se perdían en el aire de la sala hacia el techo negro enmoquetado.
Hizo lo mismo con un segundo cigarrillo y al acabar un tercero, se levantó y sin decir nada, dio media vuelta para salir a la calle. La seguí con la mirada y cuando quise moverme, noté que tenía las piernas sujetas a la banqueta por unos lazos de humo blanco, que acabaron por tirarme al suelo.
Todas son iguales
Este año los reyes me han sorprendido. Junto a los vasos de whisky vacíos y los platos sin turrón, colocaron una muñeca para mí. De esas que siempre había soñado poseer. De melena negra azabache hasta la cintura, labios carnosos, ojos verdes esmeralda y curvas de infarto. Mi excitación, no podía ser de otro modo, al máximo. Pero al darle al botón de encendido, todo se vino abajo. ¡La muy perra quería contraer matrimonio antes!
Autobombo y micro
Lo primero, comunicar que recientemente ha tenido lugar el fallo del II Concurso de Microrrelatos "Claves en Diagonal" y para mi sorpresa, mi micro "Ajedrez platónico" ha obtenido el Primer Premio, hecho que me hace tremendamente feliz. Brindo por ello. Y a su debido tiempo, por respeto al concurso, lo añadiré en este blog.
El jurado estuvo formado por Silvia Estela Casini, Martina Iriart y Nicolás Soldo.
Por otra parte dejo una nueva participación, sin éxito, para REC:

Posguerra
Una semilla en esta tierra desolada nunca germinará padre. Las bombas no sólo han matado a la gente, derribado casas y destrozado los campos. Lo han convertido todo en un paraje yermo y fantasmagórico. No hay nada qué hacer.
- Lo sé hijo, mis ojos ven los mismo que tú. Pero ahora no puedo marcharme. Aquí es donde nací y, si hace falta, también moriré.
Éxodo
Los primeros rayos de sol iluminan timoratos las ventanas de los edificios. Un nuevo día comienza y sorprendentemente en las calles se respira un silencio y una quietud extrema. No hay un alma paseando ni en auto. Los semáforos continúan con su fútil alternancia.
Preocupado, llamo con mi celular a la policía pero nadie responde. Con los dedos temblorosos marco el número de mi madre, el de mi padre, el de mi novia, el de mis amigos y, con todos sucede lo mismo.
Totalmente angustiado por mi soledad, busco sin resultado positivo en las casas por si alguien hubiera quedado rezagado.
Alcanzo una plaza donde no hay niños, ni perros, ni palomas, tan sólo bancos vacíos y estatuas.
Creo que esta vez he sido el último en abandonar la ciudad.
Preocupado, llamo con mi celular a la policía pero nadie responde. Con los dedos temblorosos marco el número de mi madre, el de mi padre, el de mi novia, el de mis amigos y, con todos sucede lo mismo.
Totalmente angustiado por mi soledad, busco sin resultado positivo en las casas por si alguien hubiera quedado rezagado.
Alcanzo una plaza donde no hay niños, ni perros, ni palomas, tan sólo bancos vacíos y estatuas.
Creo que esta vez he sido el último en abandonar la ciudad.
Participó en la convocatoria de diciembre del II Concurso El Escritor Errante, dedicado a la ciudad. Las palabras coloreadas son las 5 elegidas en esta ocasión de una lista a incluir.
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