Lucía dormía cuando un ruido a media noche procedente del vestíbulo la despertó. A sus ochenta años estos sobresaltos nocturnos le provocaban largas horas de insomnio. Nunca se atrevía a salir de la cama por miedo a lo que pudiera encontrar; prefería acurrucarse debajo del edredón. Pero esta vez decidió vencer sus miedos. Con el ritmo cardíaco alborotado y medio zombi, a duras penas acertó a encender la luz del pasillo. Nada extraño por el camino, hasta que llegó al vestíbulo donde notó un soplido de aire frío que le golpeaba en la nuca. Se giró y vio al otro lado del espejo a una mujer joven. Lucía, con el corazón encogido y la respiración contenida, se aproximó y se dio cuenta de que era ella misma de joven. Había quedado atrapada en el espejo y se sentía muy sola. Desde aquella medianoche quedaron para hablar y hacerse compañía mutuamente. La joven y anciana Lucía frente a frente.
EXPOSICIÓN DE PINTURA DE MARIBEL MORATILLA EN CÁLAMO
Hace 4 horas
5 ¿Comments o No Comments?:
Muy bonito a la vez que duro, darse cuenta de que has envejecido.
Lucía superó sus miedos y pudo enfrentarse a su realidad.
Me gustan las historias de espejos, No Comments. Y aunque creo que podías haber dado algo más, porque el tema espejos-reflejos está muy machacado, me gustó este texto tuyo.
Un saludo.
Ambas mujeres- que se conocen a fondo- se ayudarán una a la otra, sin dudas.
No siempre, los espejos, ocultan enemigos.
Es muy dulce tu relato.
No sé si buscabas ese efecto,
Pero en mi, lo ha provoado.
Besos.
Esas conversaciones deberíamos de tenerlas a menudo: con y sin espejo.
Abrazos
Qué oportunidad más bonita de conocerse mejor!
Besicos
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