Pasión por el basket

Terminado mi bocata, estrujo el papel de plata hasta confeccionar una bola lo más compacta y esférica que puedo. Una papelera cercana me servirá de improvisada canasta.
Caliento mi muñeca dando unos giros a izquierda y derecha, cierro los ojos, suspiro, me concentro, doy unos cuantos botes ficticios y, lanzo como si estuviera en el último segundo del último cuarto de un partido importantísimo.
¡Olé! Encesto aliviado y mis compañeros de oficina rompen en aplausos ante la destreza demostrada.
Repito mis lanzamientos, cada vez más alejado pero manteniendo el 100 % de efectividad.
Sin darnos cuenta, el bullicio crece, hasta que un improvisado invitado aparece en escena. Nuestro jefe, malhumorado, pita el final del partido y vuelve a su despacho gritando algo de abrirnos un expediente.
No importa, ¡la vida puede ser maravillosa!